PRESENTACIÓN DEL BLOG

Saludos a todos aquellos que se hayan decidido a entrar y curiosear en este blog.

Aquí voy a hacer públicos mis escritos, cuentos cortos, relatos, novelas, historias, y todo aquello que se me ocurra.

Sólo espero que al menos sirva para haceros dormir...




martes, 12 de febrero de 2013

CARTA A UN AMIGO


Los días se deslizan lentamente y la bruma de tu recuerdo intensifica mi dolor.
Como una barca sin remos ni timón incapaz de navegar si no tiene una mano firme que la dirija, igual que las espigas de trigo ondean sin ningún rumbo empujadas por el caprichoso y cambiante viento del verano, como todo aquello que pierde la fuerza y el motor que lo empujaba, mi alma bordea el abismo de tu ausencia.
Pienso en ti.
Siempre pienso en ti.
Tu recuerdo me quema las entrañas.
¡Cómo añoro tu presencia, tu apoyo en los momentos más bajos, la calidez que invadía mi alma y mi corazón, sólo sabiendo que te tenía a mi lado!
Pero las cosas no siempre son como uno quisiera y ahora sólo puedo sentir la frialdad de tu ausencia.
Sé que por más que te diga y te escriba, nada cambiará ya esta situación.
Por más cosas que haga, por más que me lamente o llore hasta agotar todas mis lágrimas, ya no podré hacerte volver nunca más.
También sé que nunca leerás esta carta, como nunca leíste todas las que, con el corazón en la mano y el alma desgarrada por el dolor, te escribí día tras día, semana tras semana, en espera de que un milagro imposible se hiciera realidad.
¡Tengo tantas cosas que explicarte!
¡Tengo tanto de que hablar contigo...!
Los mejores recuerdos de mi vida los tengo a tu lado. Los peores... ¡De esos ya no me recuerdo!
El recuerdo más profundo, el cariño y la confianza que siempre me brindaste.
Contigo encontré consuelo para mis días tristes, comprensión para mis más duros momentos y amor y ternura para mis horas de soledad.
Tú fuiste el mejor amigo que tuve y tendré.
Siempre estabas allí, con los brazos abiertos, invitándome a refugiarme en ellos.
Me aconsejaste para que pudiera ir siempre por el camino menos tortuoso. Aunque, muy a pesar mío, reconozco que no siempre te hice el caso que merecías.
Mi vida está llena de añoranza.
¿Es que tal vez no recuerdas cuando nos sentábamos los dos en la puerta de casa los días de tormenta, a admirar el espectáculo de la furia de la naturaleza? ¡Cómo nos deleitábamos! Temerosa yo, sobre todo cuando todavía era una cría, pero reconfortada y segura al abrigo de tus brazos.
¿Y cuando en aquellas inacabables y oscuras noches de invierno nos explicabas aquellas maravillosas historias de tu pueblo, de cuando eras niño? Tu entusiasmo no tenía límites, parecía transportarnos al pasado y hacernos vivir todos estos relatos como si hubiéramos estado presentes...
¿Conseguirás olvidar alguna vez mi ilusión al ayudarte en tus tareas y tu satisfacción al comprobar que todos tus esfuerzos, enseñanzas y preocupaciones no habían caído en un saco roto?
Y todavía hay más. Mucho más.
Podría estar hablando de ti durante horas y horas y no acabaría nunca.
Es por todo esto, por lo que fuiste y ya no serás, por lo que en un tiempo tuve y ya nunca más tendré, es por todo esto que no hay día que no estés presente en mis sueños y me acuerde de ti.
Muchas noches salgo a mirar las estrellas como antaño. Pero mis ojos, ahora velados por el dolor y la tristeza, son incapaces de verlas del mismo modo que las veía a tu lado. Sólo puedo percibir la oscuridad y el vacío de la inmensidad del espacio planeando por el encima de mi alma.
Y en un ataque de rabia y desesperación, miro al cielo y grito: ¿Por qué?
¿Por qué te arrancaron de mi lado cuando todavía tanto te necesitaba?
¿Por qué me privaron del ser a quien más adoraba y que más me quería?
En mi alma sólo queda un abismo de soledad, salvado únicamente por estos maravillosos recuerdos que me acompañarán para siempre jamás.
Si de alguna manera pudiera hacerte volver...
Si tuviera la más mínima posibilidad de hacerte saber que todavía estoy aquí, esperándote, y que en ningún momento te olvidaré...
Pero sé que todo esto es imposible.
El día de tu muerte, una parte de mi vida se rompió en mil pedazos.
La oscuridad más insondable invadió mi alma y todo el peso de esta dura realidad cargó de repente sobre mis hombros como una pesada losa.
Ahora levanto la mirada y, con el rostro desdibujado por las lágrimas que brotan incesantes de mis ojos, sólo me queda decirte que nunca te olvidaré, padre.
Por años que pasen, por gente que tenga a mi alrededor, tú siempre dispondrás de un espacio en mi corazón que latirá por los dos, alimentando este amor que suaviza la tristeza y el dolor de tu ausencia.

Tu hija, que siempre te recordará.